Bruce Davidson, Subway, 1980
Las sombras de aquel bar se mezclaban con su cuerpo que, moribundo, se
hibridaba con una cerveza aferrándose a ella como si fuera su ancla en un mar
con tormenta. Un vendaval de pensamientos izaban las velas de un mundo. Sí, un
mundo. Ya no podía decir “su” mundo. No. Su amanecer nacía entre caras
exigentes, miradas persuasivas, palabras asesinas, gestos elocuentes que le
invitaban a seguir..., no a liderar, sólo seguir, manteniendo un paso firme en
aquel mundo ya pactado y con un guión escrito.
Con la convicción del no saber qué hacer, se dejaba llevar por senderos
abruptos, camuflados en llanuras enormes, hasta que llegaba el crepúsculo. ¡Oh!
¡Qué bien! Una nueva realidad se abría ante él. El silencio de la noche. La voz
del ayer que anunciaba la llegada de un mañana que aún estaba por nacer.
¿Qué pasa ahora? No hay luz, no puedes leer. ¿Qué sigue pasando? Seguimos
sin luz, no te pueden ver.
( a p r o v e c h a , e s c á p a t e )
( a p r o v e c h a , e s c á p a t e )
De repente le abofeteó la realidad (la del mundo en el que se encontraba),
haciéndole bajar del cohete en el que se había subido, y se descubrió bebiendo
de una botella bacía.
- Por favor, tráigame otra.
- Por favor, tráigame otra.
Bien, ya podía continuar con el delirio. Un mundo, que no era su mundo. Una
noche… y mil posibilidades.
El laberinto se iluminaba ante él. “Siguiendo al lobo maduró caperucita” –
le murmuraban las estrellas. “Siguiendo al lobo acabaré en sus entrañas” –
concluyó él. Con esas sentencias se alejaba del laberinto a pesar de sus caras,
sus miradas, sus gestos y sus palabras persuasivas. A su vez, un sinfín de
opciones se abrían ante sus ojos. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era esta luz? Por fin.
Nacía. Estaba naciendo en su propio mundo. ¡Era su amanecer! ¿o era simplemente
el reflejo del culo de su botella que, bacía, brillaba para mostrar que ya se
la había vuelto a beber?
Anna
Esos laberintos interiores y esos amaneceres a no se sabe qué universos inquietantes.
ReplyDeleteMe encanta. Besos.
Comprendo la paranoia nocturna y el renacer que parece que nunca llega.
ReplyDeleteUn beso, preciosa.