La primera carta

He decidido empezar a escribirte, aunque no se muy bien por qué. Supongo que porque sé que lo leerás, por muy lejos que ahora estés. 

 

Ha pasado mucho tiempo des de aquel extraño día, pero es poco comparado con el que disfruté contigo. Tengo tantas cosas que contarte que se me entremezclan y me hago un lío, pero empezaré presentándote a las nuevas personas que han entrado en mi vida y que, granito a granito, han ido rellenando mi reloj de arena. Todos y cada uno tienen algo especial que los diferencia del resto de gente que divaga por el mundo y que no sabe muy bien que buscar. Creo que te caería muy bien la agradable Julia Diamont, con sus bonitos ojos azules que te cautivan y te invitan a confiar, Setzel es un chico muy alegre e inteligente, con muchas ganas de vivir y de transmitirte esa sensación de vitalidad. Supongo que encontrarías curioso a Don Gruñón, que tiene unos morritos enormes de tanto refunfuñar pero transmite tanto cariño y calidez (aunque no lo parezca) que hace que sea imposible prescindir de él. ¡Que no se me olvide mencionar a Dante! Un muchacho peculiar que desde pequeño quería ser escritor, pero sus narraciones, que escribía con un estilo muy personal, no acababan de tener éxito, hasta que la semana pasada le publicaron en una revista su primer relato corto (ojala hubieras visto su cara de felicidad). Alicia, ¡es tan dulce! Adoro sus abrazos, que además, regala en los momentos más oportunos. No he tenido tiempo de acabar de explicártelos todos porque me tengo que ir, pero no dudes que terminaré. No obstante, no puedo irme sin hablarte de Él, quien lo ha cambiado todo, quien me gustaría tanto que pudieras conocer.

Así pues, con todos los granitos dentro del reloj, es momento de darle la vuelta.  

 

Me gusta volar.

 Anna.