Lo que tenía que ser un paseo por el barrio se
convirtió en una huida a la playa. Mis pies avanzaron libres durante minutos y
minutos y mis manos, húmedas de acariciar el mar, danzaban con el viento que
susurraba melodías al pasar.
Y aquella arena… Arena de relojes del tiempo, de
polvo de estrellas, de piedras milenarias. Aquella arena me invitaba a dejarme
llevar y jugar con las huellas de alguien que en su momento pasó por allí. Y
eso me dispuse a hacer. Seguí aquellos
pasos, con mi libreta i bolígrafo en mano, que de repente me
transportaron en medio de un campo lleno de espigas, con un sol que pintaba mi
cuerpo de bronce metal.
Y así, sin preguntarme siquiera, mi cabeza empezó
a despegar utilizando de ancla mis dedos irrigados de tinta, escupiendo sangre de calamar.
Anna |
Anna.